Visiten esta web, hay varios restaurantes del centro histórico, cuya visita se nos hace impostergable. Lima, aunque a veces peligrosa, desalmada y cochina, sigue guardando en sus entrañas el alma viva de la buena cocina de antaño, tradicional y con mucha sazón.
Y uno de los mejores ejemplos es La Buena Muerte, no solo buena, sino que con precios aceptables y una música en vivo que para qué les cuento. Está ubicado en Jr. Paruro 465, entrando por Amazonas, cerca de la Iglesia del mismo nombre, en las fauces de los Barrios Altos, en la criollísima cuadra donde murió el Bardo Criollo, un 13 de mayo de 1936, mientras su compadre Pedro Espinel se debatia entre favores y angustias por conseguirle el tan ansiado oxígeno vital.
La Buena Muerte fue creación de los impulsores de la cocina nikkei en el Perú, Minoru Kunigami. Hoy, sus hijos recuerdan que Don Minoru fue hijo de inmigrantes japoneses que nació en Chancay, pero regresó casado del Japón para seguir su vida en el Perú. A este experto cocinero siempre le gustó la cocina, por eso es que aquí aprendió un poco de comida criolla. La Buena Muerte, dicen, fue primero una bodega pequeña para dar paso con los años a lo que es hoy, uno de los restaurantes más reconocidos del medio. Empezó así como jugando desde finales del 1959.
Hoy podemos disfrutar de ese arroz con mariscos verde o de ese aguadito de pescado insuperable, pero es en el saltado de pescado o en la chita a lo macho que simplemente llegamos al noveno plano astral de la delicia y la excitación máxima. No hay más acompañamiento para esos sublimes platillos que una buena cerveza negra, helada, cabeceada con rubia para los más valientes, unas rodajas infames del feliz rocoto, y se puede dar a la coronación excelsa de Lima antigua, el Tacu Tacu con salsa de mariscos. Y en este momento exquisito, Neruda y su caldillo de congrio pierden equilibrio, sin lugar a dudas.
Mi amigo Marco García sigue creyendo que los tamales de pescado son lo mejor de La Buena Muerte, aunque ciertamente él prefiere la versión gourmet del restaurante (San Borja). Sin más detalle, en cualquiera de sus dos versiones, la cocina nikkei está puesta de realce en esta santa sede de la culinaria. Y si de muerte se trata, como dicen los viejos, aunque jodidos, morimos pero contentos.
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