Poner a hervir los papardelle, hasta quedar al dente. Para la salsa, colocar en una sartén amplia la cebolla cortada en juliana muy fina y freír en aceite de oliva. Condimentar con ajos machacados, orégano picado y sal. Luego, incorporar vino blanco y dejar evaporar durante 5 minutos. Agregar crema de leche. Es el momento de agregar, si se desea, azafrán, páprika o cúrcuma, a gusto. Colar los papardelle y verter en la sartén, saltear todo junto, mezclando bien. Sugiero agregar, a modo de puntualización de sabor, unas julianas finas de hojas de basílico y espinaca, de manera que contribuyen a darle fuerza al platillo, además de darle color y columen al producto final.
Procesar y reservar una pasta de basílico, sin aderezo ni sal (puede conservarse el exceso de pasta para otras recetas, siempre que se haya blanqueado las hojas de albahaca y se guarde en un frasco de vidrio con aceite de oliva, sin aire). Saltear los hongos enteros en una sartén con aceite de oliva caliente y ajos laminados. Puede agregarse una copa de vino rosado, si se desea. Al estar ya salteados, agregar sólo lo necesario de pasta de basílico. Servir caliente.
Maridaje
Se recomienda un vino rosado.
Los vinos rosados son elaborados con uvas tintas en los que se permite una cierta maceración (maceración de una noche) de la uva antes del prensado del mosto, de esta forma el mosto toma algo de color.
El vino tinto tiene ese color porque se maceran los hollejos de las uvas negras, que contienen el "colorante", junto con el jugo de las mismas. De esa manera el jugo, amarillento, se "tiñe". En cambio, si la maceración dura veinte días el color será intenso (vino tinto), si es de un día, apenas tenue, dando como resultado un vino rosado. La expresión "vino de una sola noche alude al tiempo que han pasado macerándose los jugos.
Las tonalidades del vino rosado son muchas y sutiles. Dependen de la variedad de la uva, el tiempo de maceración y los deseos del elaborador. Van desde el sonrosado (blush, de creación californiana) hasta un color guinda brillante, pasando por diversos tonos de salmón y rosados propiamente dichos. Es interesante destacar que el nombre francés, rosé, se ha generalizando bastante en todo el mundo.
El rosado es un vino difícil, porque está lleno de sutilezas en el aroma, el sabor, el color. No es de fuerte intensidad en ninguno de dichos aspectos, sino que cada uno debe ser apreciado básicamente por sus matices. Los vinos rosados son muy sensibles a la compañía alimenticia con que se cuente: pastas con salsa de tomates, como aperitivo, con arroz, con pollo o mariscos, o con vegetales, son las sugerencias de maridaje más acertadas.
Visitar:
http://www.vinos-organicos.com
Fernando Cataño Florián
Lima, 20/04/2009
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