¿Debate sobre la nocividad o derecho a la información?
Los alimentos transgénicos, en general, son definidos como alimentos sometidos o modificados por ingeniería genética, es decir, fueron producidos a partir de un organismo modificado genéticamente mediante la incorporación genes de otro para producir una característica deseada.
La lucha del hombre por la mejora de sus alimentos, interviniendo cada vez con mayor incidencia y eficacia es histórica. Este esfuerzo no es nuevo, sólo que en la actualidad interviene el mundo como testigo de excepción en una realidad que vive permanentemente enterada de lo que sucede a su alrededor gracias a la internet y las fuentes de información. Además, la madurez natural que ha alcanzado el consumidor organizado en el mundo entero, y principalmente en países como el nuestro tan acostumbrado a productos frescos y casi directamente provenientes del productor, hace que el debate sea intenso y ascendente.
La ingeniería genética o tecnología del ADN (biotecnología vegetal) recombinante es la ciencia que manipula secuencias de ADN (que normalmente codifican genes) de forma directa, haciendo posible la extracción de un código biológico y su inclusión en otro, así como la modificación o eliminación de estos genes, cuando es necesario para lograr el objetivo. Y en esto está la diferencia con la mejora clásica, que es la ciencia que introduce fragmentos de ADN de forma indirecta, mediante cruzamientos dirigidos (obtención de híbridos).
Se dice que los beneficios están por el lado de la resistencia a plagas y a herbicidas; y que los perjuicios se relacionan más bien con preocupaciones sobre seguridad alimentaria, impactos ambientales, cambios culturales y dependencias económicas. El pedido de igualdad estaría por el lado de rotular debidamente los alimentos para identificarlos. Desde la perspectiva de los opositores hay sustento en algunos sucesos de fatal desenlace, como las muertes e infecciones como causa de la ingesta de soya en Estados Unidos.
Los países que siguen la ruta transgénica actualmente son Irlanda, Francia, Austria, Grecia, Luxemburgo, Hungría, Italia, Polonia y Alemania. En el Perú, el consumo está todavía en medio de un debate de tintes legales y del silencio más absoluto sobre lo que se consume en la actualidad. Claro, lo que corre también son grandes cantidades de dinero, provenientes de las regalías, derechos de propiedad intelectual de los mejoradores y productores, y de los importadores.
Mientras tanto sigue el debate por el etiquetado de estos productos, algo que nos permitiría a los peruanos detectar qué se consume y su procedencia, lo cual habría de arribar a mejor puerto una vez se promulgue el Código de Consumo. Por su parte, “el país no necesita de productos transgénicos importados porque es un banco genético natural a nivel mundial” al haber logrado domesticar cerca de 182 especies de plantas de las 4 mil 500 que contamos y que son de uso conocido por las comunidades locales, expresó el Ministro del Ambiente, Antonio José Brack, ante la Comisión Agraria del Congreso.
Los defensores de la biotecnología acuden a la confusión más que a la claridad. En sus artículos suelen incurrir en un error común, denominar alimentos transgénicos, a aquellos productos derivados de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) a quienes a través de ingeniería genética se les ha modificado uno o más genes. Estos productos no serían alimentos transgénicos, sino “sólo” derivados, pretendiendo así convencernos de su inocuidad, por no contener el ADN modificado.
Para combatir la falta de información y la duda que se escurre como la serpiente en el jardín del conocimiento, para aclaración de los consumidores, la OMS, publicó el 2005, un informe sobre el tema, clasificando 4 tipos de alimentos transgénicos:
Los OVM (Organismos Vivos Modificados, los “OGM” es una denominación en desuso en las normas nacionales e internacionales), donde se incluye por ejemplo, a la soya alterada genéticamente, para que tenga un herbicida o pesticida incorporado y desgraciadamente, también sea consumido.
Un segundo tipo sería un derivado de un OVM, por ejemplo leche, harina o aceite de soya, actualmente tan promocionados en el mercado peruano, pero sin la mención correspondiente en el rotulado.
Un ingrediente agregado a un alimento envasado, como el Aspartame o el Glutamato Monosódico, sería un tercer tipo, también producido por procesos de transgénesis, al introducir genes extraños al genoma de una bacteria, para que elabore algo que nunca haría de forma natural.
Finalmente, un cuarto tipo sería consumir un alimento producido a través de una enzima no natural, usando también por ingeniería genética.
La tarea pendiente es la clasificación de carnes, lácteos o huevos de animales criados con alimentos genéticamente alterados.
Lo orgánico es mejor negocio que lo transgénico a la larga. Puesto que la gente está más dispuesta a pagar un alto precio por la mejor calidad en su alimentación, lo mismo ocurre con el agua pura que es mejor que la soda. Desde esta ventana, un Blog que defiende lo natural, la salud y la buena mesa, preferimos los productos orgánicos y rechazamos lo transgénico.
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